22.12.12

De repente...


De repente se cortó la soga, se apagó la luz, nos invadió el silencio. Quizás fue mejor así: un golpe seco que evita la agonía de las despedidas o el puente insalvable de un “hasta pronto.” Lo cierto es que las noches ahora son distintas, sobra espacio y faltan estrellas. Te reemplazo con anzuelos para mi ansiedad pero no sirve. Mientras esperamos el momento de volver a pescarnos te dejo a modo de graffiti el epitafio que Mark Twain imaginó para Adán: “El paraíso estaba donde ella estaba.”

Pág. 26 > Raíces de Naranjo 

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