Y así como así, sin lágrimas ni
vandalismo volví caminando muy lento, como arrastrando el peso de lo
que fue y de lo que vendrá. El sol a pleno en un día que amaneció
lluvioso y yo con mi paragüas oficial de Mary Poppins en una mano y
el resto de nuestra última comida que pedí “para llevar”. La
escena no podía ser más grotesca y lamentable y pensé que bien podrían ir en ese tupper los restos de mi alma y de
este amor. Tres horas sin más contacto que las palabras, sin más
deseo que saciar el hambre de comida. Traté de hablarte de películas
y del libro que estoy leyendo, luego repasé mis (¿nuestros?) planes
para el año que viene y hasta quise retomar la postergada idea de
enseñarte a jugar ajedrez. Ninguna opción tuvo quorum. Se nota que
el fuego se apaga de a poquito con una tenue llovizna y siento
que no hay nada que hacer.
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