“Tranquila... Dios aprieta pero no
ahorca” me dicen para calmar mi desesperación. Lo que nadie nos
cuenta es que cuando Dios deja de apretar y te suelta, caes al piso
con una lesión irreversible en el cerebro por la falta de aire que
su presión, al estilo Homero Simpson, te ocasionó. Hay días en que
la cordura es asesinada por el hambre y la injusticia.
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