29.8.06

En el bolsillo

Acabo de matar un amor pequeño y poderoso. Algo así como amputar el miembro que duele, el que se pudre y nos hace correr riesgo de muerte. Lo agarré del cogote como a las gallinas y lo ahogué. No lo decapité, lo ahogué, despacio pero firmemente. Podía ver sus ojitos pidiendo una oportunidad. Pero, como diría mi abuela, el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo. Si lo hubiese dejado vivir, se habría degradado al poco tiempo, como todo. Se habría desangrado en reproches, en mentiras, en promesas no cumplidas y esperanzas marchitas. ¿Para qué vivir eso? ¿Para comprobar que otra vez se repetía la historia? ¿De qué me sirve esperar y verme morir de a poco? Prefiero terminar con esto cuanto antes. No estoy preparada para enfrentar otra desilusión. Ahora, ¿que hago con el cadáver de ese amor que asesiné hoy? Qué hago con todo lo bueno que yo tenía para dar? Me lo meto en donde el lector considere adecuado.

No hay comentarios.: