Es necesario tener alguna chaveta floja para empezar a entender que es inútil entender. Se vive al voleo. Atajando la vajilla que se nos cae desde lo alto del estante y hay que tratar de que se rompa la menor cantidad de piezas posibles. Pero alguna pieza siempre se va a sacrificar. Y así llegamos al umbral del infierno donde lo calentito nos arropa en lugar de asustarnos. Si venimos del propio infierno individual, personalizado hasta el detalle, qué nos van a asustar unos riachos de lava al rojo vivo y un tipo con un tridente en la mano tan parecido a algunos porteros que conozco? Al contrario, destapen la cerveza que ya llegamos y trajimos unas pizzas para todos. De qué paraísos me hablan? Un infierno nos recibe cuando nacemos y otro, algo así como un “after hour”, nos recibe cuando estiramos la pata.
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