“Exceso de realidad”. Eso me dijo y
se fue. Me quedé mirando cómo se alejaba y busqué respuestas en la
textura de la pared, en el triángulo de sol que entraba por la
ventana. Y lloré, primero despacito, sólo con los ojos. Luego
entendí que todo había terminado y lloré por última vez por un
amor que se quedó guardado para siempre en aquel cuarto de azotea.
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