17.6.06
El planeta hecho pelota
Hay que hacer esfuerzos para abstraerse del tsunami futbolero que nos arrasa. Yo siento al fútbol como un viejo amor, como esos que llenaron tardes y noches de emociones pero que hoy son fríos recuerdos. Por más que lo intento no puedo conmoverme con el circo de banderas y gorritos que hay en cada esquina, me cuesta entender al hincha que grita, llora y hasta se arranca los pelos. Escapo de toda conversación de cafetín que gire en torno a una pelota. Y mientras observo este revuelo albiceleste me pregunto qué pasó conmigo? Yo solía gritar los goles de Boca con el corazón más desgarrado que un hincha de la 12. Grabé todos los partidos de algún mundial que me encontró sin mucho para hacer. Seguramente alguna puerta se abrió y me mostró otros universos. Tal vez el alma necesita sensaciones refinadas. Cuando escucho a los poetas de cinco pesos relatando partidos con un abanico de metáforas no puedo más que afirmar lo que pienso. Y lo digo yo, que no oculto mi pasado de botines y domingos de goles compilados. Lo que digo es que uno trata de crecer y en cada balance se cierra un ciclo y se aspira a más. No se puede vivir cuarenta años cargando al vecino porque Racing perdió tres a cero, eso se parece a una calesita que no se mueve de su lugar. El fútbol es un deporte macanudo para jugar, para ver un buen partido; pero si eso trae consigo una superpoblación de comentaristas con sus estadísticas inútiles, no queda otra opción que buscar el molde adecuado para nuestras almas. No se trata de subirse a un banquito y mirar por encima, se trata de contar a quien quiera escuchar que hay universos paralelos con opciones más sabrosas que un choripan en el entretiempo, opciones intelectuales exquisitas que generan adicción. Superarse en todo aspecto, no dejar de avanzar, no girar en falso, ser feliz con un gol pero saber que existen otras cosas. Conservar la sencillez del tipo que va a ver fútbol pero entender que hay poco tiempo para tantos libros que esperan y mucha plata embarrando las canchas y matando el espíritu deportivo. Hay que quebrar costumbres y hacer camino propio. Y siempre querer más.
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