17.12.06
No escuché más...
No escuché más Coldplay ni a los Beatles. Se van los amantes y con ellos los que musicalizaron cada momento. Enterré a Sabina porque me mataron el amor a palazos, dejé atrás dos veces el nuevo folclore y la vida en lugares inhóspitos. Me ahogué en el mar helado (como él) después de repetirte hasta el cansancio “You’re beautiful” (no te alcanzó). Y ahora vuelo con Ismael Serrano: obsesivamente desfilan sus mp3 por mi reproductor, por mi compu y por mi boca cuando canto en la bici o caminando, bajo la ducha o esperando el ascensor. La música trackea el tiempo, identifica etapas, rotula épocas. Las canciones determinan estados de ánimo. Sobresaltan cuando sus intros nos sorprenden con las defensas bajas en algún lugar público. Algunas letras combinadas fatalmente con algunos acordes pueden ser un harakiri que desparrama nuestras tripas doloridas. Es triste desprenderse de lo que uno considera propio pero no queda otra opción. Cuando alguien nos deja, que se vaya. Otra persona llegará con canciones nuevas a musicalizar días y noches.
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