2.9.11

Un toque de realidad

Se puede vivir imaginando paraísos. A veces la imaginación es la única forma de obtener lo que deseamos. El riesgo de inventarnos un mundo ficticio es caer en la resignación de alimentarnos de la irrealidad. Se construyen hábitos, se amuebla la mente con el mismo esmero que una casa nueva. Se borran rasgos y se definen otros. Llevamos una mochila de sueños por cumplir, de abrazos sin su otra mitad, de besos amontonados en la boca. La esperanza se mezcla con impotencia y se colorea de inacción y el abismo de lo imposible devorando deseos se abre amenazante. Hay que estar preparados para leer entre líneas, para adivinar la jugada, para atajar esa mitad de abrazo que nos puede atropellar al doblar una esquina o salir del ascensor. Y en ese momento, cuando el juego nos favorece, cuando cortamos con menos diez en el chin-chon y la sota de bastos nos guiña un ojo, en ese instante marcado con un comodín, el paraíso soñado se hace realidad y nos pone a prueba: somos capaces de recibir lo bueno que nos trae? La realidad hace que las canciones que nos llevaban a orgasmos mentales ahora nos regalan el recuerdo de un orgasmo real, nos muestran la colección de gestos y caricias y besos y miradas. Nos inyecta en la sangre los significados que creíamos perdidos. Nos pinta una sonrisa de careta y el mundo nos parece absurdamente perfecto.

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