20.7.12

Adicción


Madrugada, duermo y pienso dormida. Sueño con folders amarillos, ordeno los archivos. Veo los íconos y disfruto su colorido. Quiero ir al baño, trato de ignorar los lamentos de mi vejiga, sigo soñando con Corel, doy media vuelta dentro de las sábanas y la luz de la calle entra por un espacio de un centímetro entre la cortina y la pared. Me molesta, me despierta, se une al complot de la vejiga para despertarme y obligarme a ir al baño. Me rindo. Voy.

Regreso al cuarto en penumbras y me fijo la hora en el celular: las 3 AM. Me deprimo fugazmente: aún faltan unas horas para empezar el día y trabajar en la computadora. Me acuesto. Lucho por dejar mi mente en blanco como si borrara un pizarrón.

Escucho ruido de autos, vocecitas de niños, ya amaneció. Abro mis ojos y ya estoy imaginando lo que voy a hacer cuando me conecte a internet. Me hago la distraída y voy al baño, abro la puerta para que los perros salgan a hacer pis y me convenzo de que esos minutos gastados como quien no quiere la cosa hacen más natural mi llegada al escritorio cuando en realidad quiero conectarme desde las 3 am.

Enciendo todo… HORROR!!! El maldito ícono marca que no hay conexión. Me relajo, cuento 1… 2… 3… ya va a volver… miro a mi alrededor, acomodo algunas cosas pero enseguida giro en mi eje y clavo la vista en el ícono que sigue con su señal amarilla jactándose del sufrimiento que me causa. Repito la operación mental: cuento 1… 2… 3… ya va a volver… miro a mi alrededor, sigo acomodando ropa… pienso: ya pasaron diez minutos sin internet… ya podría haber hecho esto y aquello… me indigno dos segundos y vuelvo al estado de aceptación… pienso que mejor que no hay internet porque ahora estoy acomodando estas cosas pero igual lo podría haber hecho en otro momento no era necesario levantarse a las 7:50 am para doblar un pantalón o cambiar un libro de estante… lo que yo quería era avanzar con mi trabajo, checar correos, enviar el informe y… doy un salto hasta quedar lo suficientemente cerca para ver si se fue el maldito ícono amarillo… Me dejo caer abatida en el sillón: no hay internet. 

Ya pasaron treinta minutos. Voy a llamar y levantar un reporte. Seis… nueve… cero… siete… siete… tres dos. Estiro el brazo para agarrar el papel con los datos que me van a pedir… qué me van a pedir si nadie me contesta “todos los operadores están  ocupados, espere en línea! Tiririrrriirtitiriri”… Espero, espero, musiquita, espero, me cansé! Bye! Voy a llamar a “ventas” ahí seguro que me atienden, dicho y hecho:

-Buenos días le atiende José Rojas en qué puedo ayudarle? 

-Gracias, quiero reportar que no tengo internet… 

-Ah pero ésta es la sección de ventas…

-Sí pero en el número del servicio técnico no atiende nadie, ayer me pasó lo mismo y estuve horas tratando de que un ser humano me escuchara para levantar el reporte.

-Si gusta la derivo al área correspondiente para que no batalle con el menú.

-El problema no es el menú, opción tres, número de suscriptor, opción tres otra vez y ahí es donde se traba el proceso porque “todos los operadores están ocupados etc.  etc.”

-Ok, si gusta la derivo al área correspondiente para que no batalle con el menú.

-Oooook, derívame pues.

Lo que dije: nadie me atiende. El tiempo pasa y el síndrome de abstinencia comienza a fastidiarme. Casi siempre puedo manejarlo porque si se va internet verifico que los puntitos del modem estén encendidos, si solo hay dos ya sé que el corte puede durar treinta minutos o varias horas… o como el 31 de diciembre que no tuve internet en todo el día y empecé el año trepando por las paredes y me fui a dormir con veinte horas de abstinencia. Prueba de fuego, superada, sí, no la pasé tan mal, le puse onda pero el 1° de enero a las 7 am ya estaba conectada y feliz.

El problema es que yo trabajo con internet y ahí se mezclan las cosas porque trabajar es bueno y necesario y más si te gusta lo que hacés pero internet es adictivo porque es una especie de aleph, es un punto donde confluyen todos los puntos… es la información instantánea de lo que se te ocurra, es aprender, es leer, es viajar. Sigo esperando que alguien me atienda… me canso de esperar… miro el ícono de conexión y… volvió internet!!! Adiós! Aquí termina el texto, me voy a conectar.

--Este texto forma parte del libro "Vaivenes de un esqueleto" 
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