24.9.13

Caminata

¡No puedo entender por qué caminas tan despacio!-grité. 
Ella me miró sorprendida y yo sustenté mi queja con razones válidas, irrefutables al menos para mi punto de vista. 
-¡Es que hasta un caracol se sentiría Speedy Gonzalez al lado tuyo! dije intentando ponerle humor a la queja. 
-Así es mi paso, yo no voy apurada por la vida.- alegó.
-Sí pero tu velocidad es francamente desesperante... no pido que modifiques tu andar, sólo acelerá un poco y yo le bajo un cambio y en un paso intermedio podemos caminar juntos.
-Es que yo camino así....- insistió con su argumento.
-¿Qué dirías si yo te obligara a caminar siguiendo mi paso rápido? Ponete en mi lugar para comprender que si vos tuvieras que cambiar tu paso también sentirías molestia.-expliqué.
Ella no contestó. Siguió caminando con la mirada perdida en un horizonte inalcanzable.
-Cuántas veces te pedí por favor que apuraras el paso, un poquito nada más, pero mis pedidos amables son ignorados. Es normal que después de tardar treinta minutos para caminar siete cuadras yo quiera ser Pavel Vasilich al final del cuento de Chejov y quiera imitarlo. O necesite gritar o caer de rodillas implorando a Eolo que te empuje y te haga avanzar.-dije riéndome para no llorar.
-Ya no quiero hablar del tema.- sentenció muy seria.
-Ah claro... porque vos te acomodás en tu “yo camino así” y no te sentís obligada a cambiar como yo lo hago cada vez que salimos juntos.
-Es que yo no me fijo en eso, es una minucia.
-Es un detalle de nuestra cotidianeidad que tenemos que hablar.
-No estoy acostumbrada a que me digan esas cosas.-dijo ofendida.
-Pero es necesario decirlas, así debe ser para poder llegar a un acuerdo.
Seguimos caminando a su paso, en silencio, separados por una distancia de certezas propias, estancados en un barro de acusaciones y defensas, sin vislumbrar la solución o el acuerdo. 


Pág. 3 > Del libro "Mi cuerpo en sepia"
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