Debo reconocer que últimamente no tengo habilidad para preparar mate. Se combinan diferentes situaciones, a saber:
-Bombilla incorrecta no compatible con el mate en sí. Perdí mi bombilla ideal hace dos meses y acepté otra prestada para un “mientras tanto” que se hizo eterno.
-Temperatura del agua elevada. Está comprobado que con el fuego al mínimo el agua se calienta correctamente sin embargo no consigo apagar la hornalla en el momento indicado.
Y como si no bastasen estas pruebas irrefutables de mi impericia, he notado algo que escapa de mi control: el agua se enfría rápidamente, como fideos preparados en un camping. Dos mates cebados, dos grados centígrados menos. Se me ocurrió hoy, mientras el agua tibia del mate pasaba lentamente por mi garganta, la similitud entre la pérdida de calor del agua y la pérdida de pasión en una pareja. Uno no quiere que eso suceda pero pasa.
Cuando la tibieza amenaza con ser tereré vuelvo a calentar el contenido de la pava pero “en segundas nupcias” no es lo mismo. El agua ya ha sido sometida a esa operación y recalentarla significa vigilar que no hierva.
Las preguntas que surgen de esta mezcla de besos con yerba y azúcar son:
¿Por qué pasa lo mismo en el amor y en la infusión principal de los rioplatenses? ¿Hay algún método para evitar la pérdida de “calor” en ambas situaciones? Puedo asegurar que si el agua del mate está fría, haré lo posible por ponerla a la temperatura justa y si ese mate se frustra diré: “esta vez fue así” pero no por eso dejaré de tomar mate… Algo así como un amor verdadero a prueba de todo. Yo siempre busqué esa pieza que encastra en mi rompecabezas, ese amor que sobrevive a los mates fríos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario