28.7.06

Cuestiones de arena y mar

Estoy surfeando en un mar hawaiano. Olas (pensamientos) gigantes me amenazan, me arrastran, me envuelven, me hunden para luego devolverme a la superficie. El cansancio me hace pensar en alcanzar la orilla y acostarme en la arena. Ser observadora por un rato. Sin embargo desde afuera todo se ve distinto. Las olas (la vida) pasan sin que a uno lo amenacen, lo arrastren, lo envuelvan. ¿Cuál es la ventaja de esta seguridad de arena blanca? ¿Cuál es el riesgo de enfrentar olas de cinco metros? Se amotinan las razones ante la inflexibilidad de las definiciones. No hay mares en calma, por más que la superficie se guarde las olas en el bolsillo, el fondo conserva intacto su latido de ida y vuelta. Su revolución a punto de estallar. No hay caminos sin curvas ni cielo sin nubes. Será conveniente instalar amortiguadores en el alma para que duelan menos los golpes. Será cuestión de equilibrar las estadías: internarse en el mar sin perder de vista la orilla y penetrar en tierra firme sin dejar de ver la línea que une (y separa) agua y cielo.

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