La muerte nos conmociona siempre aunque es la única certeza
que se nos entrega al nacer. Este mediodía murió el escritor mexicano Carlos
Fuentes a los 83 años de edad y de inmediato pasaron por mi mente muchas
imágenes de mi vida en compañía de sus libros. Y fue inevitable la reflexión. Descubrí
que Fuentes estuvo involucrado en mi vida mucho más de lo que yo creía. Y
lloré.
Recibí como regalo de cumpleaños el libro “Los años con
Laura Díaz” y lo devoré. Llevaba dos años deseando volver a México y esa novela
fue la conexión que yo necesitaba para estar en contacto con mi tierra, con mi
país, con el lugar donde debí nacer y al que me costó treinta y dos años
volver.
Mi realidad estaba estancada en una Argentina que me cerraba
puertas y Carlos Fuentes me contaba historias y me decía “algún día estarás en México…”
y yo gozaba con sus paisajes mexicanos… aprendía su historia, amaba los nombres
de las ciudades… Me conmovió la historia
de Cósima Kelsen y el Guapo de Papantla, la niñez de Laura Díaz en Catemaco
lugar que pude conocer ocho años después en un viaje por el estado de
Veracruz. En ese bello estado también
visité la prisión de San Juan de Ulúa, sitio del que ya me había hablado Carlos
Fuentes en “La silla del águila”.
Conocí más sobre la Revolución Mexicana con “La muerte de
Artemio Cruz” y disfruté su forma de narrar la historia en 1era, 2da y 3era
persona. Me desilusioné con “Cambio de Piel” porque tal vez no llegó a mí en el
momento adecuado. Y volví a disfrutar con “Gringo viejo” que se dice cuenta la
historia del escritor norteamericano Ambrose Bierce, aquel que me hizo reír (y
reflexionar) tanto con su ácido libro “El diccionario del diablo”. “Gringo
viejo” fue llevada al cine por el director argentino Luis Puenzo después de
ganar el Oscar en 1985 por “La historia oficial”. La versión fílmica de la
novela de Fuentes contó con la actuación de Jane Fonda y Gregory Peck.
“La región más transparente” la leí en un librito viejo que
saqué de la biblioteca cuando vivía en un departamento en la ciudad
de Mar del Plata, ciudad en la que Carlos Fuentes veraneó durante su niñez
cuando su padre cumplía funciones diplomáticas en Latinoamérica. Siempre encontré un lazo con Carlos Fuentes,
una coincidencia por más mínima que pudiera parecer, por ejemplo, nació en 1928
el mismo año en que nació mi abuela y con quien pasé momentos inolvidables.
Aquel pequeño departamento tenía una pequeña cocina, muy pequeña, y se
alumbraba con una luz amarillenta malísima para la lectura. Por las noches allí
me encerraba a leer sin molestar a mi papá que dormía en la sala. Todas las
noches yo me despegaba de mi vida y viajaba a mi México a través de Carlos
Fuentes.
También llegó a mis manos un libro de fotografías que editó
su hijo Carlos Fuentes Lemus quien murió muy joven al igual que su hermana
dejando al escritor y su esposa un vacío insalvable.
Y siempre estuvo presente. Recientemente vi un documental
donde Carlos Fuentes narraba la Batalla de Puebla con motivo del 150°
Aniversario de la victoria del ejército mexicano sobre el ejército francés.
También escuché su opinión sobre los candidatos a la presidencia de México y
ayer nomás estaba recibiendo en España otro reconocimiento. Siempre tan activo
y vigente. Por eso la noticia de su muerte nos sorprendió a todos y ante esta
realidad implacable y estos recuerdos desordenados solo me queda pedir prestadas las palabras de Xavier Velasco:
“Hoy me descubro un novelista huérfano. Buen viaje, Carlos querido.”
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