¿Quién maneja los tiempos y desórdenes de este tránsito de almas en pena? ¿Por qué un segundo de plenitud dura menos que eso y no se recupera y un segundo de dolor hiere toda la vida? Aprendí a esquivar las cornadas de la depresión, a someterla de a poco hasta volver a la tranquilidad. A veces no es fácil salir del silencio de un domingo a la tarde. Demasiados recuerdos se vuelven en contra y no respetan la dignidad que me queda. Se aprovechan de un amor que fue y no siguió. Se aferran a otras calles y tironean con saña las fibras más sensibles de mi alma. Hay que cerrar los cuadernos que ya no se dejan escribir y dibujar en páginas nuevas con los colores más rabiosos. Hay que plantarse con pie firme en el arco y atajarle el penal a la muerte ventajera. Y gritar de alegría por haberle ganado la guerra a la nostalgia y a los que nos meten la pata en cada jugada de gol.
Pág. 13 > "Latitud 38 Sur"
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