Lo
único que necesitaba era un “hola, ¿cómo estás?” que en tres
palabras me hiciera sentir que te importaba escucharme. Lo normal
cuando dos personas se quieren: ¿cómo estuvo tu día?, ¿qué pasó
con tal proyecto? Y ponerse a conversar de vos, de mí y de ese amor
bonito que hoy ya no existe. Lo que da bronca es la pereza y la
tibieza porque a los arrebatos por pasiones extremas un poco se los
perdona. Un impulso tiene cierta justificación pero este sentarse a
ver como el río se lleva todo sin que intentes impedirlo, es un
adiós cobarde.
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