27.4.06

El viaje

Salió el sol. No puedo quejarme de la cantidad de días lluviosos. Ni siquiera del invierno. En esta ciudad casi todos los días del año son cálidos. Es una suerte, ya que cada uno de los últimos marzos marplatenses era un sufrimiento. Anticipar la larga trilogía mayo-junio-julio era suficiente para que se me helaran los huesos. Y cuando agosto hacía su aparición me encontraba momificada, escarchada debajo de una cantidad enorme de frazadas. A esta altura estoy convencida de que el clima exterior incide en el clima interior. Un día de pleno sol levanta a cualquier muerto. Un día frío y lluvioso nos da dos opciones: hacer el amor-comer y dormir o suicidarse. Por eso hoy, después de dos días feos y paralizantes me dediqué a resurgir. Caminé, entré a negocios, hablé con gente. Y comprobé lo sano que es para mi cuerpo amortiguar esos momentos de ira. Dejarlos pasar. Esperar que pase la tormenta y seguro que el sol va a salir al día siguiente. Parece cursi pero es una gran verdad. Una verdad fundamental que más adelante puede ahorrarme problemas de salud. Yo sé que lo que me pasa no es voluntario. Yo festejo cuando me siento bien. Es una especie de click interior que decide si “soy” o no “soy”. Yo sé cuánto sufro y cuánto lucho para salir adelante. A los demás les pido más paciencia. A mí, me pido serenidad, confianza, paciencia también. Me repito que no todo está perdido ni tan mal. Es sólo una piedra muy grande. Un lago enorme que no puedo cruzar y necesito rodear consumiendo el triple del tiempo necesario que si lo cruzara por un puente. No hay puentes, no hay caminos asfaltados. Hay un camino estrecho, al borde de un precipicio. Hay un cielo lleno de estrellas que me guía. Hay una estrella especial que me susurra tangos cuando la caminata se hace pesada. Me perdí algunas veces y muchas otras retomé la ruta. Di vueltas en círculos y pasé noches a la intemperie. Tengo muchas razones para llegar a destino. Después de todo la vida consiste en eso: un viaje. Nadie dijo que era fácil. Simplemente nos ponen en el camino, nos dan un poquito de cuerda y con dos palmadas en la espalda nos desean buena suerte.

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