Triste, liviana, abatida, esperanzada, libre y condenada al mismo tiempo. Contenta, desilusionada, extrañando lugares y perfumes y palabras nuestras y desvaríos compartidos. Odiando las fechas de vencimiento, reorganizando recursos, escapándome de la interminable lluvia de la semana, despertando de repente en un balcón o en aquel sábado a la tarde en el sillón verde. Aplastada por recuerdos que me pisan sin escuchar mis quejidos estoicos. Escondiendo este llanto tan respetuoso por todos que se va para adentro y me pinta de negro el alma. Hasta las palabras se cansan de repetirse y los sentimientos prefieren diluirse antes que ser traducidos a frases trilladas. Cerrando los ojos, tapando los oídos, esquivando fragancias que abran la herida. Tic-tac imparable del pensamiento enloquecido, rebelde, que no acata condenas a muerte. Débil por las noches y alguna que otra tarde. Fuerte por obligación, luchadora por respeto a mí, refugiada reincidente en el hostal de perdedores de media vida. Palmera erguida, solitaria, abandonada, olvidada, anclada a un pequeño pedazo de tierra, rodeada de un mar idílico pero que en soledad no tiene sentido.
1 comentario:
Responde bastante a mi pregunta...
¿No es tremendo que para escribir con tantas precisiones haya que estar tan revuelta?
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