La ilusión de volver a enamorarme
vive conmigo. Me acompaña a todos lados, se mete en mis sueños y cuando quiere
divertirse se burla de mi cuerpo solitario abandonado en una cama que solo
sirve para ver tv más cómoda que en una silla. En esos momentos la odio pero
también me río de mí. Y suspiro clavando la mirada en la lejanía (los 3 metros
que mide mi habitación) y pienso en todo lo bonito que me estoy perdiendo
dentro de esta soledad.
Pero un día cualquiera todo
cambia y aparece alguien que captura lo que creías era tu aburrida rutina y te
ponés feliz porque por fin sucedió el milagro que tanto esperabas. Días más
tarde te das cuenta que tus horas viendo TV en la cama tenían paz, ese estado
maravilloso de equilibrio interno que ahora te falta porque estás pendiente de
un celular que no suena, de un msn “desconectado”, de un email que no aparece
en la bandeja de entrada, los minutos parecen horas, las suposiciones por su
ausencia parecen expedientes de oficinas de gobierno con miles de hipótesis
archivadas, repensadas, masticadas hasta el cansancio sin hallar la verdad que
siempre es menos trágica de lo que imaginás. Tu vida cambió. Ahora depende de rutinas ajenas y de horarios adaptados
para poder estar juntos. A veces te toca esperar dos horas en la esquina porque ya no sos dueño de tu tiempo, sos una de
las mitades que juntas forman tu nuevo status. Era lo que querías, no? Qué
lindo sería estar ahora en la cama viendo TV y escuchando la risita burlona de
aquella ilusión que se hizo realidad en lugar de estar en esta esquina con este
frío del demonio para caminar de a dos y contarnos lo que nos pasó durante el día
y enterarte de media docena de anécdotas e historias que te importan un carajo
pero tenés que escucharlas para que luego no te reprochen que sos egoísta y que
no te interesás por sus cosas.
Me gustaba más conversar con mi perro, nos entendemos mucho mejor con una dialéctica de caricia y lengua… justo a eso es a lo que quiero llegar pero aun no termina de contarme qué pasó con su jefe y la hora pasa y la noche se nos va entre anécdotas y narices heladas por este frio condenado.
Me gustaba más conversar con mi perro, nos entendemos mucho mejor con una dialéctica de caricia y lengua… justo a eso es a lo que quiero llegar pero aun no termina de contarme qué pasó con su jefe y la hora pasa y la noche se nos va entre anécdotas y narices heladas por este frio condenado.
¡Abrazame! Solo eso puede decirme
que no me equivoqué al cambiar mi paz por un amor nuevo. Es un trueque tentador aunque mantener un amor en buen estado
es un trabajo full-time, sin palmadas en la espalda, un camino cuesta arriba
pero… “cuando mueres un instante porque estás con ella al fin” como dice Moris,
se te olvida todo lo hablado con tu sombra y la vida entera vale la pena por
sentirse así.
Versión original de Moris
Versión de Gustavo Cordera
4 comentarios:
me gusto mucho Paula, Abrazos
Gracias por comentar Oscar! Un abrazo! :)
Hola amiga, me encantó tu relato, desde mardel te mando un abrazo GRANDOTE!!!!
David!!! Qué alegría leer tu mensaje y verte por aquí, por mi cuarto virtual, yo también te mando un abrazo!!!!
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